domingo, 16 de noviembre de 2014

Drogas en los colegios

Drogas en los colegios
El consumo de drogas es tan antiguo como el del alcohol, especialmente el vino en Asia, África y Europa, así como en
nuestra América la chicha de maíz, denominada por los conquistadores "la cerveza india"; y, en cuanto a las drogas el consumo milenario de cáñamo índico, marihuana, opio, cocaína,
mandrágora y otras que también se proyecta hasta la actualidad; pero la comercialización para el enriquecimiento ilícito data solo de hace un siglo, lo que motivó no solamente la penalización de esta actividad, sino que actualmente en todos los países del globo se mantiene el debate sobre la política adecuada y conveniente para tratar el problema tanto del narcotráfico que prolifera en el planeta como el de los consumidores o adictos.
Con el inicio de clases en la Sierra y Oriente no debemos dejar de lado o subestimar el latente problema del consumo de drogas en los estudiantes de 5 a 19 años que, según una encuesta llevada a efecto en algunos colegios de Guayaquil por el Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas - Consep - se inicia a la edad de 14 años con la heroína, marihuana y cocaína.
La adquisición de drogas para los jóvenes en el presente no es nada difícil, debido a que la actividad ilícita, el microtráfico o venta por gramos, en lugar de disminuir se ha multiplicado y su zona de influencia la han establecido en los centros educativos donde cuentan al interior con agentes intermediarios que son estudiantes.
El problema no es nuevo, pero según informes de lo que está sucediendo en algunos colegios de Guayaquil, además del consumo que excita la angustia y euforia acompañados de alucinaciones visuales, sensitivas y auditivas, aparece el síndrome de abstinencia, esto es la falta de alcaloides en los jóvenes habituados a utilizarlos, lo que se refleja en el cambio de actitudes, desconcentración en las aulas y decaimiento físico y espiritual, por lo que al detectar este problema los profesores y autoridades educacionales se interesan en enviarlos a recibir atención psicológica y médica; y, como es obvio el particular se comunica a los padres de familia para que colaboren en la rehabilitación.
Esta conflictiva situación requiere la colaboración de la ciudadanía y jefes de familia o representantes de los educandos, así como una mayor acción de parte de las autoridades para encarar de forma decidida y definitiva este mal que tiene que combatírselo y erradicarlo ahora, a fin de evitar que se proyecte con mayor fuerza y volumen hacia las universidades que es la nueva etapa a la que aspiran llegar los bachilleres culminando sus estudios.

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